En julio de 1994 fragmentos del cometa Shoemaker-Levy 9 colisionaron con el planeta Júpiter.
Los explosivos impactos enviaron chorros de escombros hacia la parte superior de la atmósfera joviana creando marcas oscuras o cicatrices, visibles por un tiempo sobre las bandas de nubes.
Sorprendentemente, 15 años después, otra cicatriz de impacto fue descubierta en la atmósfera joviana por el astrónomo aficionado Anthony Wesley al examinar imágenes del gigante gaseoso tomadas desde su observatorio doméstico en las afueras de Murrumbateman NSW Australia.
El polo sur de Júpiter está arriba en esta imagen del descubrimiento del 19 de julio, con Júpiter rotando de izquierda a derecha.
La oscura marca, también debida posiblemente a un impacto con un cometa o un asteroide, está cerca de la parte superior de la imagen, a la izquierda de una tormenta ovalada y blanquecina preexistente.
Las imágenes del Infrared Telescope Facility de la NASA en Mauna Kea, Hawaii, confirmaron posteriormente la oscura cicatriz y chorro de partículas en la atmósfera superior de Júpiter en el lugar del posible impacto.
Desde el 2006, los mayores descubrimientos observables hechos por astrónomos aficionados también incluyen dos manchas rojas en Júpiter.